Trabajos en el Jardín
Debo confesar que en estos días he estado algo lenta para
escribir. No me he dedicado como usualmente lo hago. Entre una cosa y otra no
he tenido la constancia, bueno, mas que la constancia es el tiempo que le he
dedicado el que falla.
Todos los días me siento a escribir, tooooodos los días lo
hago, pero eso no significa que lo logre.
Yo lo llamo escritura hormonal, mi esposo se mata de la risa
cada vez que le digo que estoy en la etapa de escritura hormonal, en gran parte
es porque él no entiende lo de las “hormonas”.
Esta es mi descripción de ese tipo de escritura: tu cerebro
quiere escribir, tu cuerpo desea hacerlo, pero por una u otra cosa no te sale
ni una palabra, no quieres ni tocar una tecla. Mi esposo dice que yo, a todo lo
que no tiene explicación lo llamo “hormonal” en cuanto a las mujeres se
refieren. ¿Pero que puedo decir? Si hay algo que no podemos controlar son las
hormonas.
Como por sobre todas las cosas, tengo una mente analítica,
he analizado muy bien en los momentos que sucede. En los momentos externos:
clima, ruido, música, cantidad de trabajo, problemas. Puede ser problemas
internos: HORMONAS, estado de ánimo. O inclusive un problema interno en tu
manuscrito: no sabes como resolver una escena o sabes como resolverla pero no
sabes que va a venir después.
Puedo decir que de todos estos problemas el menos importante
es el último, los problemas internos del manuscrito lo resuelven sus personajes.
Como ya hemos hablado, los personajes tienen vida independiente y resuelven sus
propios problemas.
Me he fijado por ejemplo, que yo me inspiro en los días
lluviosos. Cuando el cielo está nublado puedo perderme en la escritura. Solo
necesito una buena taza de café o té. Y soy feliz.
También cuando descubro nueva música, me inspiro. Paso horas
y horas entre letras y música.
Igual, escribo más cuando me siento “triste” (lo coloco
entre comillas porque no es que esté deprimida o me quiera lanzar por el
balcón, pero hay días de días y ustedes lo saben). Para sorpresa mía, me sale
mejor escribir. Quizá es una autodefensa de mi inconsciente para subirme el
ánimo, porque él sabe que escribir me hace feliz.
Siempre, no importa como me sienta, intento sentarme a
escribir.
¿Qué hago para no perder el tiempo dándole cabezazos al
monitor de la computadora? Puedo buscar música nueva ya que tengo como
costumbre hacer un playlist al final de mis libros, con música que me gusta o
con la que identifico el manuscrito.
A veces, le invento la historia a mis personajes, su pasado,
de donde vienen, por qué son como son, a donde van, qué quieren lograr.
Otras veces –y debo decir que es una de las tareas más
divertidas– le busco los rostros. Quienes, actores, actrices, personajes famosos,
podrían ser mis personajes.
Pero siempre procuro hacer algo que me ayude a avanzar en mi
manuscrito. Si mis hormonas no me permiten trabajar en él. Trabajo en torno a
él. Pero nunca dejo que se estanque. Mi madre siempre dice que el agua que no
avanza, se estanca. Ahí va otra lección de vida.
Porque vamos a ser sinceras, hay días que no se nos da eso
de escribir 2000 palabras diarias y con esto no me contradigo. Siempre, siempre
intenten escribir aunque se dos palabras, pero cuando teman que no lo logran
por más que lo intenten, no se estresen. Tampoco es que es una obligación.
Debería ser una disciplina pero una que disfrutamos.
Una vez le dije a mi esposo, y debo aceptar que estaba un
poco histérica, que no podía escribir, que no me salía, y él como buen
ingeniero me miró con rostro de “que intensa eres” y me dijo: “Cuando no hay
materiales para terminar la casa, se trabaja en el jardín. Es una forma de que
la casa de vea bonita y también es un avance”. Se encogió de hombros y siguió
jugando Left for Dead en su Xbox.
Yo me quedé con las cejas levantadas observando como el
ingeniero, práctico, incrédulo, sistemático y que solo entiende si se le
explica con una tabla de Excel, se había convertido en un maestro zen en un
segundo. Claro, luego volvió a ser él.
Pero era verdad, si no se me da ese día escribir, puedo
adelantar de otra manera y siempre va a ser un avance.
Lo que sí es que no dejo de intentarlo día tras día. Quizá
haga 10 mil palabras, quizá haga solo dos, pero si no puedo trabajar en la
casa, trabajo en el jardín.
@HMH_Escritora
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Entonces en lugar de pensar en que hace seis años no escribo sola, en que para la idea que tuve me falta material... en lugar de trabarme con esas cosas que en realidad son detalles deberia dejar de dar vueltas y sentarme a escribir.
ResponderEliminar¡Gracias por indirectamente hacer que me regañe!
jajajaja Esa es la idea Raquel, no que te regañes jajaja, sino que te des un sacudón cuando no te sientas con ganas de escribir pero no abandones la disciplina.
EliminarSi no puedes construir, has trabajos en el jardín.
Un abrazo